sábado, 2 de julio de 2016

UN HOMBRE EQUIVOCADO Y EL DILEMA MORAL

En 1983 Roberto Cossa y Carlos Somigliana convocados por Aries Cinematográfica escribieron el guión de El arreglo, convertido en película por Fernando Ayala. El asunto retomaba el tema de El negoción, un film de Simón Feldman: el atajo de la coima para resolver problemas serios que jamás desaparecen por la vía  legal. En este caso, el conflicto gira en torno del agua corriente que por razones de catastro, los vecinos de una vereda reciben con euforia mientras los de la vereda de enfrente le siguen dando a la bomba...salvo un arreglo con el capataz que cobrando la "cometa" puede tirar una cañería trucha. Tanto en aquél guión como en esta obra el epígono es el hombre moral, el hombre que no claudica, que no tiene nada salvo su familia y el apellido Bellomo en cuya remota saga itálica "nunca ninguno pisó una comisaría". Una versión suburbana bonaerense del John Proctor de Las brujas de Salem de Miller.  Va de suyo que el asunto sigue teniendo vigencia inquietante y de allí que haya regresado. Transformada en un interesante exponente teatral  donde la puesta de Villanueva Cosse y la ambientación de Gabriel Caputo resolvieron con buenos recursos la obligada acotación que va de la pantalla al escenario, desaparecen personajes y los ambientes de casas diversas se adivinan. También se volvió necesario el racconto que actúe como bisagra cronológica, entonces la mujer de Bellomo ya es abuela y le cuenta a su nieta aquella angustiosa sed de agua corriente que torturó a la familia. Luis Bellomo llega a la platea como alguien que hace equilibrio en el límite entre  la honestidad y el egoísmo, la pureza de los principios y la ceguera ante necesidades esenciales de los suyos. En lo formal, las situaciones y los diálogos siguen brillando con el pulido de Cossa-Somigliana, de gran impacto en la relación con el vecino que al final termina claudicando (un sanguíneo Manuel Vicente) y en la fractura profunda de la complicidad matrimonial. Alejandro Awada asume el protagónico con su solvencia de siempre aunque se añora -también un problema de dirección- una actuación más sutil e indirecta que no remarque tanto lo que está a la vista. Alejandra Darín es la madre-abuela, tránsito no sencillo que ella resuelve bien. Éxcelente Vando Villamil en el capataz. Maia Francia pone intensidad y Gustavo Pardi es un yerno creíble. Un hombre equivocado es un buen exponente de teatro realista argentino, esa cantera tan generosa que siempre admite una excavación más. 

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